ARTIGOS DE OPINIÓN |
SINDICATO DE TRABALLADORES E TRABALLADORAS DO ENSINO DE GALICIA |
Hace
ya muchos años utilizaba en clase para provocar el debate y la reflexión
entorno al relativismo cultural, el etnocentrismo y alguna otra cosa por el
estilo, una noticia de prensa. En esta se
comentaba que en un instituto francés, creo recordar que en Neuilly,
en nombre de los principios republicanos
y laicos que guiaban a la
escuela francesa, se había prohibido la entrada a las alumnas que llevaban
chador. Siempre acabábamos la clase comentando que, tarde o temprano,
situaciones como esa tendríamos en nuestras aulas. Lo que no podía pensar es
que, llegado el momento, la polémica se
haya presentado envuelta en un discurso tan
perverso.
La
noticia ha ocupado espacio y comentarios en toda la prensa. A
Fátima, una niña marroquí, matriculado en un centro católico
concertado, no se le permite asistir a clase con chador. La consejería de
educación busca salida a esta situación y la
traslada a un Instituto Público
donde, inmediatamente, su directora hace unas declaraciones diciendo que la niña
no podrá asistir a clase con el pañuelo porque es un símbolo de discriminación
de la mujer y va en contra de la constitución, que prohíbe cualquier tipo de
discriminación en función del sexo.
¿Y
hasta ahora nadie se ha planteado lo mismo cuando, en las clases para adultos,
tiene una alumna que es monja y va con su hábito religioso? Es más, las tenemos no sólo de
alumnas, si no de maestras,
conociendo la importancia que el
modelo de referencia, el de las personas adultas,
tiene a la hora de
formar a nuestro alumnado en la igualdad. Y no estoy hablando de centros
privados con un determinado ideario religioso
que en definitiva, dentro de unos límites, podían hacer de su capa un
sayo. Hablo de centros concertados,
esto es, que se financian con el dinero público y que debían atenerse
escrupulosamente a las normas de laicidad y no-discriminación que proclama la
constitución.
No
salía de mi asombro cuando veía en la televisión
a la monja, vestida con su hábito, explicando que el pañuelo es un símbolo
de discriminación sexual hacia las mujeres ¿Y quién ha dicho que es más símbolo
de discriminación sexual que el llevar tacones de aguja, por ejemplo?
Todas
las sociedades que conocemos son discriminatorias y excluyentes hacia las mujeres. Pero esa discriminación toma diversas formas en
las distintas culturas o expresiones que adoptan las relaciones sociales. Y lo
que no podemos admitir es que
las formas de los otros, o las otras, son las nefastas e injustas y las nuestras
no tienen importancia ¿O es que no tiene importancia el aumento continuo
de las víctimas de la violencia de género, mientras que la sociedad no
toma medidas y los jueces siguen permitiéndose sentencias que parecen la
quintaesencia del machismo? En nuestra cultura sigue funcionando lo de “la maté
porque era mía” y nos rasgamos las vestiduras por un chador.
Yo
creo que a muchas que llevamos mucho tiempo en esta pelea por la igualdad entre
hombres y mujeres, se nos encoge el corazón al pensar que, amparándose en el
discurso de la igualdad, a una niña marroquí se la excluye de la escuela.
Y
por ahí no vamos a pasar. No podemos dejar que utilicen ese discurso para
justificar lo que no es más que etnocentrismo, primacía de una religión, de
una cultura sobre las demás. En la escuela se pueden plantear muchos problemas,
y se plantean, cuando intentamos una educación que rompa los modelos sexista
que hay en nuestra sociedad. Pero los problemas no pasan por el chador. El chador se ha tomado como símbolo de la diferencia, y
en esa diferencia se apoyan para justificar la exclusión.
Pero
que no recurran a los derechos de las mujeres. Que no utilicen la no
discriminación y la lucha por la igualdad como excusa cuando de lo que se está
hablando es lisa y llanamente, de exclusión social.
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